jueves, 22 de julio de 2010

Las Cronicas de la Hermandad

Rod luchaba para mantener la conciencia, pero la perdida de sangre se lo impedía. Maldijo al bastardo de su amo. Lo había abandonado a su suerte solo porque había perdido un mísero combate. Su bebida había sido drogada pero nadie le hizo caso y la paliza que recibió de su contrincante le ayudara en el futuro para tener cuidado con lo que bebe. Se arrastro como pudo y apoyo la espalda en un árbol quedándose sentado. Sonrió amargamente quien diría que moriría a sus 25 años como un perro apaleado. Si, un perro así era como se sentía. Toda su vida había hecho lo que un amo le había dicho. Si ahora conseguía salir de esta juraría no volver a servir a alguien.
La fiebre subía y le costaba respira. Cuando ya caía en un suave sueño, lo oyó, la voz de una mujer susurrándole al oído. No entendía lo que decía pero su voz era hermosa. Llego a pensar que era la muerte. Que lista era, llevarse a las almas utilizando la voz más hermosa que Rod había oído.
Despertó de golpe gritando levantándose de la cama en que se encontraba. Unos mansos se apoyaron en su pecho y lo obligaron a acostarse refunfuñando.
-Vamos acuéstate de nuevo.
Rod las agarro por las muñecas y miro a la mujer que se encontraba a su lado. La reconoció enseguida, era la muchacha del pozo. La mirada de esta era de preocupación y Rod sonrió levemente.
-Esto es para saldar la deuda ¿No?
-¡Nada de eso!-Gruño ella apartándose cogiendo un jarro de agua y llenando un vaso- no iba a dejar que te murieras hay solo, como los que tu llamas amigos.
Rod miro hacia abajo, su pelo cayo tapándole el rostro. Mari le miro suspirando y se sentó de nuevo a su lado. Se quito la cinta roja que siempre llevaba apartándole el pelo de la cara y la ato en la frente del gladiador. Este levanto la mirada intentando aparentar arrogancia.
-No mires como si nada te importara Rodigal, te sientes como un perro abandonado.
-Es lo que soy…
-No Rod... ahora eres libre. Olvídalos no les debes nada ahora podrás hacer lo que quieras, sin tener miedo a morir de un navajazo en un circulo lleno de hombres apostando tu muerte.
-Y ahora que soy libre ¿Qué hago Mari? Dímelo…
-Quedarte a mi lado, Rodigal, quédate conmigo.
Rod la abrazo y le acaricio el pelo suavemente. Había prometido no tener amo si salía de esta pero la promesa se había roto, desde que la conoció su corazón había tenido una nueva ama.

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